LA LUZ DE UNA VELA
Lupe Marín Mas
En el día 28 de marzo, ocurrió el mayor apagón de la historia de España, que coincidió con la celebración de la fiesta de Sant Vicent en Llíria.
Yo me di cuenta al mediodía, y estaba en casa. Migue llegó después del tradicional almuerzo, con sus amigos, en el parque de Sant Vicent. Como no teníamos transistor no podíamos hacer otra cosa que esperar a ver lo que sucedía. Nos lo tomamos con calma. Preparamos unas velas, calentamos la comida con un hornillo de gas y después, como todas las tardes, nos fuimos a descansar.
Allá las siete de la tarde decidimos darnos una vuelta por el pueblo, antes de que se hiciera de noche.
Al salir de casa no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar por la calle. Vimos a Reme y nos informó que ya se estaba restableciendo la luz en muchos lugares del país. Eso nos reconfortó. Nos encaminamos hacia la plaza.
Lo que más llamaba la atención era la cantidad de gente que había por todos lados, que en otra circunstancia hubiera sido lo habitual dado el día que era, pero, sí pensábamos el momento excepcional del apagón y, que al cabo de dos horas iba a reinar la oscuridad, era sorprendente el grado de normalidad con que se actuaba, como si no pasara nada. Grupos de amigos y amigas salían de la plaza (se estaba acabando la actuación musical) contentos, alegres, sin móviles, sin internet, sin mucha preocupación. Me recordó los tiempos pascueros de mi juventud, cuando la felicidad era verse con la pandilla y pasar el mayor tiempo posible charlando.
Neli me cuenta que en Venezuela eso pasa varias veces a la semana y que allí están preparados. Me encanta como se lo está tomando la gente, con tanta filosofía.
Aunque pienso que habrá otro tanto, encerrados en sus casas, que no se lo tomarán tan tranquilamente. Cada persona es un mundo.
Migue y yo volvemos a casa, cenamos a la luz de una vela y nos vamos a la habitación, cada uno con su vela. Mientras subía la escalera recuerdo películas donde las luces de las velas recrean una atmósfera mágica, por ejemplo, El Gatopardo de Luchino Visconti. En la escena del baile del palacio, Don Fabrizio (Burt Lancaster) baila con Angélica (Claudia Cardinale), en un fastuoso salón iluminado por lámparas y candelabros de velas encendidas. Es un momento importante en la historia, la sociedad noble va a dar paso al poder económico y lo hace por medio de compromisos políticos y matrimoniales: “que todo cambie para que nada cambie”, que es la famosa frase y la filosofía del Gatopardo de Giussepe Tomasi di Lampesusa, que es el libro que inspira la película.
Con la vela en mi mesita de noche y el bendito e-book, paso un buen rato leyendo. La vela se va consumiendo y la llama se va alargando. Entonces recuerdo los cuadros de George de La Tour, donde la luz de la vela representa fuente de vida. Los cuadros de La Tour representan una belleza espiritual donde lo personajes están situados en una penumbra que ayuda a los que ven sus pinturas a reflexionar.

Detalle de la vela que sostiene Jesús, el hijo de José el carpintero, en cuyos dedos la luz se hace casi transparente. Georges De La Tour.
Apagué mi vela. Dejé una luz encendida por si venía la luz. Y así fue, a las 23:45 se hizo la luz.
¡Qué alegría! Volvemos a estar conectados: internet, whatsapp, noticias, saludos…
Ahora a dormir tranquila, pero pensándolo bien no ha estado tan mal, iluminarme con la luz de la vela. Mañana volveremos a la normalidad.