CÓNCLAVE (2024) de Edward Berger
Oportunista película con intriga y disparate final
José Luis Barrera Calahorro
Cuando era un crío, recuerdo haber visto una película que me impresionó mucho: se titulaba “Cónclave secreto“ (1956) y trataba de la reunión en cónclave de los cardenales para elegir como Papa a Andrea Sarto, que después se llamaría San Pío X. La he visto después y es una película poco interesante, influida por el cine religioso y catequético que venía de Italia, con influencias del neorrealismo.
En 1968 (año en que todo andaba revuelto, incluso la iglesia) se estrenó, con un gran éxito comercial, la película “Las sandalias del pescador”. La dirigía Michael Anderson, un cineasta inglés poco inspirado que, sin embargo, dotó a su película de un buen pulso narrativo, dado el interés atractivo que poseía: la posibilidad “en aquel tiempo muy remota” de que se eligiera a un papá que viniese del “frío”, de un país comunista. … Y diez años después ocurrió al ser elegido Karol Wojtyla, un cardenal que venía de la Polonia comunista, como papa con el nombre de San Juan Pablo II y que llegó a ser un pontífice, muy influyente en la historia de la iglesia, quizá debido a su largo pontificado (¡veintiséis años!). Aquí tenemos un ejemplo del cine, como profecía, de un relato artístico que se adelanta a su tiempo. La soberbia interpretación de Anthony Quinn como papa es un aliciente de esta película (planteada más que como una reflexión sobre la iglesia, como gran un espectáculo), en un tiempo en el que el cine comercial andaba buscando otros derroteros.
En este sentido, “Cónclave” tiene ciertos parecidos: es un filme muy comercial, y también muy oportunista, dados los acontecimientos que están ahora pasando en la Iglesia Católica, también en medio de un mundo convulso. Así, Cónclave es, en fin, en el sentido de su pretensión, un relato de intriga bastante bien realizado, que sostiene constantemente la atención del espectador, y que además lo ilustra con esas curiosidades, tradiciones, costumbres, y ritos vetustos que lógicamente en una institución tan antigua como es la de la Iglesia Católica se han acumulado. Cónclave, pues es una mezcla de cine de intriga, de documental y de reportaje, pero también y ahí está quizá su gran fallo mezclado de alguna fantasía algo morbosa que ataca su credibilidad y que ello causa que se le vaya de las manos al director y a los guionistas que han creado este filme empeñados en narrar lo que, lógicamente, ocurre en toda institución o grupo humano: las ambiciones de unos, el deseo de poder, los corrillos conspiratorios, la vanidad expresada en las llamativas vestimentas y en los ceremoniosos ritos, las truculencias de la vida particular de algunos príncipes de la Iglesia, -sus pecados, sus debilidades, sus limitaciones- de algún cardenal que otro.
“¿El Papa ha muerto! ¡El trono de San Pedro esta vacante!?” Así arranca el filme mientras la cámara no muestra el cuerpo muerto en la cama del papa al que se le cubre el rostro con un pañuelo de seda. Entonces el cardenal Lawrence (interpretado estupendamente por Ralph Fiennes) es designado como responsable para liderar uno de los rituales más secretos y antiguos del mundo (la mayoría de ellos, obsoletos), que ya no se realizan: la elección de un nuevo Papa.
Ya la película empieza a cojear desde la primera frase que se dice: “El trono del Papa está vacante”. Trono: no es la palabra más adecuada para hablar del oficio del que en principio tiene que ser el sucesor de Pedro, el pescador. La humildad, la pobreza, la apertura a la acción de Dios en un momento tan trascendental está totalmente ausente en la película. Pero estos son elucubraciones, piadosas mías. Los que viven esa realidad tan delicada en el Vaticano, sobre todo los cardenales que tienen más posibilidades de llegar al papado son personajes soberbios, cuando no cínicos, poco gratos al espectador, incluida la sister Agnes que recuerda la poderosa monja asistente de Pío XII, sor Angelina.
Lo lamentable es que se nos muestren que todas las cuestiones, donde aparecen, lógicamente las distintas corrientes ideológicas sobre la iglesia de los que van a elegir papa y parece que sólo se diriman a la hora de la comida o de la cena. Muchos de ellos parecen haber perdido la fe y no poseer un mínimo de espiritualidad. Los purpurados parecen más bien seres humanos, sedientos de poder y no personas consagradas a dios al servicio de la iglesia. No se ven muchos cardenales que hagan oración para que Dios les ilumine en la elección que van a hacer. Solo hay un cierto ruido de mitras y algunas influencias del cine anticlerical de Federico Fellini.
Como digo, “Conclave” es una película trampantojo que parece dirigido a a hacer las delicias del publico anticlerical. Se mantiene y parece firme en su primera media hora, pues está muy bien documentada pero pasada ésta, el espectador avispado puede adivinar cómo va acabar y descubrir su trampantojo tan complaciente como falso e inverosímil es su final. Solo se interesa en lo que ocurre en el interior (en ningún momento aparece algún plano del pueblo creyente o devoto que suele concentrarse en esos momentos en la gran plaza del Vaticano). Más aún èste, se nos muestra rodeado de una situación sumamente inestable y difícil, como si Roma estuviera viviendo los acontecimientos de una guerra, provocada por el terrorismo… me recuerda el final de “Ensayo de orquesta” de Federico Fellini, donde el salón donde ensaya la orquesta, se ve destruido, amenazado por el derrumbe de sus paredes.
Hemos visto otras películas, donde aparece estas situaciones del cónclave, donde, además de una crítica constructiva, se reflexiona sobre el sentido de la iglesia en el mundo de hoy, y ha tenido a bien profundizar en la situación psicológica de sus personajes; me refiero a la película, “Habemus Papam!”, de Nanni Moretti, un cineasta que, aunque agnóstico, ha mirado con respeto el hecho religioso. Os la recomiendo.